Granjas de servidores que trabajan sin descanso para descubrir los medicamentos del mañana, complementan el esfuerzo de los tradicionales científicos de bata blanca de los laboratorios farmacéuticos. En 2019, el laboratorio suizo Novartis y el gigante tecnológico Microsoft dieron a conocer una alianza para mejorar las capacidades de IA de la compañía farmacéutica, afectando desde la investigación hasta la comercialización de sus productos.
Pero uno de los apartados más interesantes de esta “sociedad” es el interés en desarrollar terapias personalizadas para la degeneración macular, terapias celulares y genéticas, además del diseño de nuevos fármacos.
En Europa, la empresa Exscientia, en asociación con la farmacéutica japonesa Sumitomo Dainippon, desarrollaron la primera molécula creada gracias a una IA que ya está en ensayo clínico. Lo más interesante fue la forma de desarrollarla, que lejos de los tubos de ensayo se basó en el uso de bases de datos globales con la información de 100 millones de moléculas.
De esta forma, la inteligencia artificial trabaja con los aspectos físicos y posibles combinaciones de cada una de estas moléculas para generar diferentes candidatos. Esta es una de las nuevas formas de desarrollo que promete traer nuevas opciones para combatir las enfermedades. Por cierto, Exscientia será comprada por el gigante Bristol-Myers Squibb, en un acuerdo que moverá más de 1.000 millones de dólares.
También hay otras iniciativas como la británica BenevolentAI, que está siendo usada para buscar medicamentos contra el dengue. Sin embargo, apenas estamos al comienzo de un mercado gigantesco que este año superará los mil millones de dólares, pero lo mejor está por verse.