Con una presencia de mujeres inferior al 30 por ciento en los oficios relacionados con ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, como se le denomina a este conjunto de disciplinas) una parte fundamental de la población está quedando al margen del desarrollo de las tecnologías que reconfiguran el mundo actual.
Defender el concepto STEM es problemático, porque se corre el riesgo de proponer que los oficios mencionados son más relevantes para el futuro de la humanidad que el resto, por ejemplo, que las artes o las ciencias sociales. De hecho, expertos internacionales propusieron incluir una letra más, y denominarlo STEAM, para incluir un enfoque humanista del problema.
Lo cierto es que, desde el punto de vista económico, países como Colombia tienen un déficit notable en la formación general de niños y niñas en las disciplinas STEM, y la industria lo resiente. Hay al menos 62.000 puestos vacantes para profesionales de tecnologías de la información en la economía nacional. Las universidades no logran cubrir esa demanda con sus facultades de ingeniería, razón por la cual están en auge los cursos cortos de formación tecnológica de Platzi y otras startups de gran éxito en nuestros días. El ministerio de las TIC tiene en operación un programa ambicioso, Misión TIC 2022, en el que están formándose cien mil programadores, un oficio con empleabilidad casi que garantizada.
El país parece tener suficientes abogados, periodistas, administradores de negocios y contadores, mientras el número de ingenieros y científicos de datos no alcanza a cubrir las necesidades de la industria. La educación STEM es ingrediente imprescindible para cualquier economía que se proponga en serio insertarse en la cuarta revolución industrial. Las reconfiguraciones del mundo del trabajo que la tecnología está empujando, implican que sin fortalezas en STEM, la población perderá rápidamente posibilidades de sobrevivir en el nuevo mundo digital.
Pero en el tema STEM hay un asunto más delicado aún que la escasez de profesionales. La escasez mayor aun de mujeres y de personas de diferentes identidades no binarias de género. La industria TI es predominantemente masculina y eso es un problema. Lo masculino sesga casi todos los ámbitos de la economía actual: desde el diseño de dispositivos hasta la generación de empleo y la distribución de la riqueza.
Cifras del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología revelan que hay dos veces más hombres que mujeres en los grupos de investigación activos en el país y que los hombres ganan salarios superiores que las mujeres en los mismos puestos relacionados con ingeniería. «El porcentaje de mujeres graduadas de maestría y ganando más de 8 salarios mínimos legales es significativamente inferior al porcentaje de hombres devengando este salario», consigna el informe más reciente del observatorio.
En el mundo, las mujeres representan solo el 35 de los estudiantes matriculados en carreras de ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería. La brecha no se origina en diferencias biológicas, sino claramente culturales. «Siento que todavía hay madres y padres con sesgos, que rechazan que las niñas jueguen fútbol, por ejemplo,» señala Johanna Ramirez, gerente de ieducando y experta en temas de formación STEM.
La Universidad Nacional ofrece cifras que nos permiten comprender la dimensión de la brecha de géneros: solo el 37 por ciento de estudiantes son mujeres. La situación varía entre facultades. En programas como sociología, dietética, enfermería o trabajo social, la presencia femenina es del 80 por ciento y hay carreras como física o ingeniería mecánica en donde solo el 5 por ciento son mujeres. En la facultad de minas, la escuela de ingenieros más antigua del país, menos del 30 por ciento de los estudiantes son mujeres, en sus 12 programas de pregrado. En los posgrados de esta Facultad hay 37 por ciento de mujeres estudiantes y en el plantel docente son mujeres solo el 20 por ciento del total de profesores, mientras que la presencia femenina en grupos de investigación es del 15 por ciento.
Verónica Botero, decana de la facultad de minas reconoce que hay un sesgo de género desde el proceso de admisión a la más importante universidad pública de nuestro país. Se presentan hombres y mujeres en proporción igual, pero solo son admitidas 37 por ciento de mujeres. «Estas cifras son el reflejo de unas brechas de género estructurales», señaló la docente en un reciente foto sobre el tema, convocado por la Universidad del Valle.
En ingeniería mecánica hay 10 hombres estudiantes por cada mujer y en ingeniería eléctrica la relación es de 7 hombres por cada 3 mujeres estudiantes.
La cadena de inequidad prosigue hasta el mercado laboral. En Ecopetrol, una de las empresas más grandes del país, el 25 por ciento de los empleados directos son mujeres, pero la mayoría de ellas trabajan en áreas financieras, talento humano y comercialización. Las que trabajan en el core de negocios de la empresa (exploración, refinación y transporte de hidrocarburos) constituyen el 15 por ciento.
La solución al problema debería comenzar desde la formación básica primaria. «La parte curricular de los colegios aún no se ajusta a las evoluciones de las líneas STEM; estamos alejados de la base que motiva a las mujeres a estudiar estas carreras» advierte Johanna Ramírez.
Hay políticas públicas que intentan atacar el problema. MinTic tiene la «Ruta STEM», que formó el año pasado cerca de 10.00 maestros para que faciliten la apropiación tecnológica en niños y niñas en todo el país. Este programa se trazó la meta de inspirar a estudiantes a desarrollar sus proyectos de vida apoyados en el poder transformador de la tecnología, desarrollando habilidades en áreas STEM y en competencias siglo XXI. También cuenta el ministerio con un programa de formación en programación para niñas y niños entre 8 y 16 años de edad. En 2021 fueron formados 10.821 docentes, quienes se encargarán de transferir conocimiento, motivar y acompañar a casi medio millón de estudiantes.
Francy Ramírez, vicepresidenta en Ecopetrol, sintetiza se esta manera la urgencia de solucionar las brechas de género: «construir un presente más diverso e inclusivo nos llevará a un futuro más sostenible”.