Hay startups de fama mundial cuyo negocio es desarrollar algoritmos que cumplen tareas, básicamente, intrascendentes. Por ejemplo, algoritmos para identificar las canciones o las series que más nos gustan y ofrecernos catálogos personalizados de contenidos audiovisual. O ponen frente a nuestros ojos a los influenciadores que dicen las cosas que nos gusta escuchar. Pero podemos vivir sin Netflix, sin Spotify y sin redes sociales. No obstante, hay startups que se enfocan en cosas de verdad importantes, como solucionar los problemas más graves de la humanidad: el hambre, la producción de alimentos; la erradicación de las enfermedades; la sostenibilidad o la transición energética. Son las iniciativas que cambiarán realmente el mundo, y los emprendimientos que trabajan en esos campos se conocen como Deep Tech.
Las Deep Tech desarrollan innovaciones tecnológicas ambiciosas, generalmente basadas en hardware e infraestructuras (el software es un complemento nada más) y apoyadas en los avances de la ciencia, con las que se busca dar solución a los ángulos más problemáticos del desarrollo humano actual. Sus campos de acción son la biotecnología, la energía solar o la carne sintética, para citar unos ejemplos.
Con tecnologías profundas (eso significa del término deep tech) se puede hacer negocios quizás tan exitosos como los que se han erigido alrededor del entretenimiento, la entrega de domicilios, los contenidos insulsos o la exhibición de fotos retocadas y selfies. Existen fondos de inversión poderosos que están poniendo capitales significativos en startups que prometen solucionar problemas socialmente relevantes. Son emprendimientos que utilizan Inteligencia Artificial, big data y machine learning aplicados a entornos de hardware como la robótica, los nanomateriales, las vacunas ARN Mensajero, los bioplásticos, los vehículos eléctricos, las semillas modificadas genéticamente o la transmisión inalámbrica de energía. Se han identificado más de cien campos en los que hay algún emprendimiento de estos trabajando. Por ejemplo, en el desarrollo de biosensores, nano manufactura, terapias genéticas, movilidad sostenible, carne cultivada o exoesqueletos. Algunas no son startup sino compañías muy consolidadas, como IBM (computación cuántica), Space X (viajes espaciales), Commonwealth Fusion System (reactores de fusión), Lilium (taxis aéreos eléctricos) o la misma Open AI (modelos de lenguaje en Inteligencia Artificial)
Ya hay colombianos interesados en promover este tipo de modelos de negocio. Claudia Aparicio, cofundadora de MenteX, y la Cámara de Comercio de Bogotá, preparan por estos días un programa de capacitación y apoyo para startups y empresas tradicionales que quieran orientarse hacia esta nueva ola de la innovación de base tecnológica. «Sí podemos, porque tenemos con qué«, afirma Aparicio. Se refiere al talento científico y tecnológico presente en el país. El número de profesionales con doctorado ha crecido rápidamente en la última década, «pero la mayoría de ellos se la pasan escribiendo papers o dictando clases, y es hora de animarlos a crear negocios trascendentes y rentables”. Al menos esa es la meta, porque convertir científicos en emprendedores es difícil y supone un esfuerzo enorme para reunir muchas capacidades y numerosos actores.
La idea es «conectar a los científicos con el capital de riesgo, para que sean capaces de desarrollar las innovaciones que conduzcan a los cambios radicales que necesitamos«, advierte Aparicio. Colombia necesita estrategias en biotecnología, transición energética, producción alimentaria y salud, temas tan importantes o más que la automatización del reparto de pizzas, las facilidades en los medios de pago o el monitoreo del sentimiento de los internautas, categorías en las que pululan emprendimientos en nuestro país.
Estuvo hace poco en Bogotá durante varios días – invitado por el BID Lab – el inversionista de riesgo más importante en el campo Deep Tech: Sean O’Sullivan, fundador de SOSV, un fondo con sedes en San Francisco, Shenzhen, Taipei, Bangalore, Nueva York y Tokyo, los epicentros de la innovación mundial.
Un reciente estudio sobre el fenómeno Deep Tech en Latinoamérica, producido por BID Lab y ocho instituciones más, reveló interesantes avances. En la región hay al menos 340 startups de Deep Tech con fondeo institucional; quince fondos y aceleradoras apoyándolos y catorce países en donde funcionan este tipo de emprendimientos. El valor total del ecosistema Deep Tech regional suma 8.000 millones de dólares. No es mucho, comparado con Norteamérica, Asia y Europa, pero ya tenemos tres startups valoradas en más de 500 millones de dólares cada una. Puede verse un resumen de los hallazgos del estudio en este artículo de Inteligencia Artificial Colombia.
Argentina es el líder, con más de 103 emprendimientos de este tipo y seis fondos de inversión especializados, seguida de Brasil y Chile. El informe señala que América Latina reúne algunas condiciones que la hacen propicia para la nueva ola. Valuaciones atractivas para startups en etapas tempranas, disponibilidad de talento especializado con costos más bajos que en Estados Unidos, o la oportunidad de desarrollar proyectos ambiciosos aprovechando la biodiversidad.
Entre los ejemplos ilustres se menciona a Bioceres (Argentina), que trabaja en llevar la agricultura hacia la neutralidad de carbono; NotCo (Chile), conocida por la producción de alimentos a base de plantas, que lucen y saben igual que los alimentos de origen animal, y Stamm (Argentina) , que produce bioreactores. En la lista corta de casos de éxito latinoamericanos figuran también Biotimze (Brasil), Establishmente Labs (Costa Rica), Sistema.bio (México) y Tumi Robotics (Perú).
Los defensores de la idea tienen sobradas razones para intentar que los grandes capitales de riesgo apoyen este tipo de negocios innovadores, con tanta fruición como han apoyado al conjunto de startups que producen soluciones de microcrédito o compras cómodas desde el hogar. El Cambio Climático costará cada año 23 billones de dólares, si no lo detenemos. A esta hora tenemos un millón de especies en riesgo de extinción y el 70 por ciento de los adultos en el mundo están convencidos que sus hijos tendrán peores condiciones de vida que las actuales. Hay que hacer algo; eso está claro. «Deep Tech es la fuente de la sostenibilidad. Tenemos que cambiar la manera como vivimos. O cambiamos nuestra forma de vivir o decreceremos, y nadie quiere decrecer«, afirma Claudia Aparicio.